Naranjas

El Planeta Naranja

¿Sabrías cuál de los 8 planetas que conforman nuestro Sistema Solar, es el denominado Planeta Naranja?. Parece una de las preguntas del mítico Trivial ¿verdad?, pero en este caso, nosotros te damos la respuesta: ¡se trata de Marte!

Marte, nuestro vecino más próximo al sol, luce un aspecto completamente opuesto a la visión de la Tierra en el espacio. Si nuestro planeta presume de hermosos tonos en la gama de azules y verdes, Marte parece una “naranja cósmica” no menos hermosa pero con una gama de colores cálidos. A pesar de que muchas veces se lo haya denominado también el planeta rojo, en realidad este planeta luce unas gamas de tierras, rojizos y anaranjados impactantes producto de ser un desierto -hasta donde sabemos-, sin vida y reseco.

Todo planeta es un astro sin luz propia, sólo los vemos porque el sol los ilumina. La palabra “Planeta” proviene del griego y significa “cuerpo errante o vagabundo”.

Debemos remontarnos a tiempos de los babilonios (1800 AC – 600 AC) para encontrar el origen de la observación astronómica y la nomenclatura de los planetas. En aquel entonces, sólo se conocían los cinco planetas que podemos ver a simple vista: Marte, Venus, Mercurio, Saturno y Júpiter, y evidentemente, los astros Luna y Sol. Los nombres fueron tomados en honor a sus propios dioses que -más tarde- en algunos casos coincidieron y en otros se adaptaron a los dioses romanos (Roma: 175 AC – 284 DC). De esta época babilónica viene también la nomenclatura de nuestro calendario anual y distribución horaria de los días. Para los griegos (400 AC), los días eran llamados “los días de los dioses”.

Marte en concreto, es el nombre del dios romano de la guerra aunque también es el nombre del demonio. Está claro que su aspecto entre oxidado y radiante, nos recuerda al fuego y al infierno.

El Planeta Naranja tiene dos lunas, Phobos y Deimos. Estos satélites son mucho más pequeños que nuestra Luna y en pocas horas consiguen dar la vuelta a Marte.

Si estudiamos el planeta Marte con respecto a la Tierra, vemos que la proporción de 1,88 está presente en dos aspectos fundamentales: es 1,88 veces más pequeño que la Tierra y además, tarda 1,88 años terrestres en dar la vuelta al Sol. ¿Qué curioso, verdad? Como aún tenemos mucho por investigar y conocer de la inmensidad del espacio, seguramente descubramos en pocos años, que estos datos no sean una mera coincidencia.